miércoles, 26 de diciembre de 2007

1. relato

Acá los poemas salen de una pared para estrellarse en otra, literal; y yo me caigo a carcajadas mientras mi hermano cierra los ojos porque él es genio y por supuesto odia la poesía. En los días, que terminan muy poco después de que empezaron, se camina cerca del puerto esperando que algo suceda, que regresen los rusos, que alguien nos haga el favor de llamarnos a la guerra. Por la tarde la gente se vuelve y yo me quedo dando vueltas por los muelles sin pensar en que se me congelan los ojos. Supongo que al final nos fascina tener el camino libre, la escapatoria justo enfrente, algo que nos salve de la sensación de encierro. Ayer mientras caminaba recordé a Mutis y su San Petersburgo desde las tardes claras de Helsinki -no puedo decir “caí de nuevo” porque las tardes no han sido muy claras aquí-, lo recordé a un grado centígrado -que yo siento como menos siete, aunque claro, yo nunca he estado a menos nada-, con este dolor en la nariz por el que hay veces en las que olvido mis manos... mis orejas, me olvido, hasta que mi hermano me busca y mi cuñada pregunta que si todavía siento la cara. El frío mata, más cuando las vacaciones y el socialismo de derecha recortan los cafés y apagan el alcohol.

Y a los fineses les parece curiosa mi apariencia, hasta yo me río de mí pues parece que voy a viajar a los Alpes en cualquier momento, que me adentraré en La Gruta del Toscano aunque los infiernos de Dante nunca me hayan interesado. Se ríen porque visten de negro, como tú antes de salir del piso, y a mí se me perdió la primavera queretana y soy un extravío de colores. Más aseguro mi regreso gris en cualquier barco que me vuelva pronto.

sartén es sartén...

Apareciste cuando yo hablaba de tus ojos negros, de aquellas manecillas imposibles entre tu sueño y mi descanso obligado, hablaba y de pronto tuve que decir que soy mexicano por ser algo aunque la frase la haya hurtado de su teatro, de su payaso que tanto quiero, lo dije al tiempo que ella gritaba que no he dejado de ser el mismo enamorado. Entonces tú te despediste y yo me tuve que atragantar los brazos. Entrar a mi inquisición paulatina.
Hada me preguntó si quería ser escritor después de que ustedes salieron del piso; creo que fue la única pregunta que hizo sin sonreírse; la única que me lanzó sin voltear a verme a los ojos; fue justo después de que se terminaron las cervezas, las cervezas del cuarto día sin descanso. Ella leía escribiendo; yo no contesté nada aunque me vi en mil cafés intentando robarle relatos exiliados a tu ciudad, arrancándole los versos que matan mientras yo me bebía los dedos. Así llegaron todos los relatos, así descubrí que mis historias concluyen en salas de espera con tu cumpleaños infinito; que suceden con nuevas palabras de tu perfil en el temblor de mis manos madrileñas.

lunes, 17 de diciembre de 2007

primero

Esta historia no empieza en el aeropuerto internacional de la ciudad de México, antes pensaba que los aeropuertos eran mi lugar favorito, después dejó de interesarme la gente, después apareciste tú con tu piel de frío en mitad del verano.

viaje...

Tengo dos confirmaciones de vuelo y hambre de manos. Infancia tardía resultado de atardeceres constantes... viajes imaginarios. Ahora queda atravesar la capital con los mismos libros leídos tantas veces. Releer es pasatiempo intelectual e imbécil, contrario a sólo seguir leyendo.

viernes, 9 de noviembre de 2007

4/4 +2

Por fin la encuentras sentada en la mesa escondida del café, leyendo Cortázar, su posición sugiere Cortázar: la frente sobre su mano derecha... la izquierda al centro del libro. A ti te gusta que lea mientras tú lees entre sus piernas de otoño. En eso estás –en sus piernas de otoño- cuando escuchas a alguien que grita tu nombre. Te detienes esperando que sea un error, el efecto de las cervezas y la calle a reventar. Volteas a todos lados, cuando vuelves aparece el “hombre-teatro”, nunca pudiste aprenderte su nombre pero dirige un taller de poesía al que tú asistías. Dos preguntas, que cómo van tus cuentos y el infantilismo, que si sigues creyendo que la poesía-poesía es imposible y que aparece como cuento-poesía. –Sí, todo salvo Enrique Lihn, pues No hubo dolor en el momento justo... tienes prisa y a él le desagrada el olor a cerveza, tu cerveza: un poeta inalterable, es repugnante. Volteas, ella sigue en el mismo lugar. Ahora caminas para cruzar la calle. Sus ojos en la página diecisiete aunque sospechas que de alguna manera te viene siguiendo desde hace mucho.
-¿Qué tal? – susurras cuando se levanta y te besa.
-vienes tarde...
-sí, ¿nos vamos?, esta mochila me está matando y necesito acostarme contigo.
-¿ahora?
-tú ¿quieres? –volteas a verla a los ojos.
-no
-puedo leerte algo –te tiemblan las manos, te sientas y sacas un papel arrugado de la mochila.
-si es Emilia, me marcho
-no, ahora no
-dámelo, quiero leerlo yo
-pero no vayas a gritar...
-prometo.

viernes, 2 de noviembre de 2007

2/4 del 2°

Hay que hacer caso "no hay tiempo para todo", pero la maldita sensación de rutina viene a reventar las cosas. Sales sólo para volver a entrar. Lo rescatable es que el departamento de Rodrigo está a dos cuadras de la estación y que se acabaron las cervezas, claro, sino seguirías con ellos. Ahora al metro y tú con dos seises encima y tres posibles excusas para tu retraso. La gente te voltea a ver como si llevaras una bomba en la mochila verde, aunque podría ser el olor a alcohol. Disculpe, disculpe... permiso, ¡no debes alejarte mucho de las puertas!, salir sería imposible. ¿Por qué siempre se citan a horas pico? Suerte que traes zapatillas, correr se complica demasiado con los carajos mocasines. ¿Seguirá esperando?, prometió que la próxima vez que llegaras tarde se iría y no volverías a saber de ella; y tú con la mejor historia de todas. Entiendes que estás haciendo un cagadero con la literatura queretana y te encanta. Bajas la mano para tocar la mochila verde, ahí sigue, sonríes... cómo pesan las hojas después de escribir. ¡Tienes que llegar, es el mejor cuento de todos y no hay rastros de Emilia! Logras salir del metro, subes las escaleras. Ahí sigue el McDonals, menos mal que nos invaden las franquicias -piensas-, ahora es mucho más fácil dar las direcciones. Corres hacia las mesas del café de enfrente. Tú eres de los que espera, ella no, ¿recuerdas? Tiene que estar ahí, no leerías eso a nadie más.

jueves, 20 de septiembre de 2007

5/6 (3 acá)

Eramos dos adultos aniñados sentados afuera de la cortina de la tiendita donde compraste tus chips chipotle. Yo trataba de recuperar mi aliento con la mano izquierda sobre tu rodilla, tú comías y me hacías comer; aunque también comía para llenar el vacío en mis pulmones. La calle abandonada entre las explosiones, las sirenas de las patrullas nos rodeaban y el cielo empezaba a nublarse; por un momento imaginé que sería un día perfecto: güisqui, revolución, converses, tu rodilla y los chips chipotle.

- Diez meses siguiendo algo que no se qué sea. Es para reírse. - dije distraído, como si alguien me lo susurrara desde el otro lado del mundo.

Entonces me levanté y te ayudé a pararte. En tu boca quedaban migajas de chips, vi tus labios rojos como tus mejillas, tal vez fue por tu miedo o porque así eran. Te besé a un lado de la nariz respondiendo tu pregunta sobre la república, después pasé mi brazo por encima de tus hombros preparandote para caminar como camaradas. En ese momento apareció la guardia civil por la esquina donde habíamos doblado hace apenas unos minutos. Yo me paralicé mientras tú empezaste a caminar hacia ellos con la bolsa de chips volteada sobre tu boca consiguiendo que cayeran los últimos pedazos que se escondían en el fondo.

Caminé. Nos acercamos, cinco de ellos avanzaban como marchando (que estupidez), el sexto corrió cruzándonos y se detuvo detrás. Cuando estaban a un metro de nosotros tú les sonreíste y yo le tiré un derechazo en la nariz al puerco que estaba más cerca de mí, no se lo esperaba y se fue hacía atrás, después bajé el otro brazo de tu hombró y salté sobre él. Tú giraste para patear al guardia en nuestra espalda. Los otros cuatro me cayeron encima a macanazos.

Cuando dos fueron por ti y te esposaron gritaste que viviera la república, yo intenté voltear a verte sonriendo, pero cuando me destapé la cara recibí un codazo en la boca que regresó mis manos a donde estaban. Después llegaron más puercos, tres te arrastraron hasta una patrulla y a mí me subieron en la parte de atrás de una camioneta gris. La caja iba vacía. Mientras avanzabamos pensé en mi vaso de güisqui y reconocí el error de llevar el libro en su lugar. Después quise decirte que si ellos aborrecían la república... yo aguantaría, aunque no supiera su significado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

3/6 (3 allá)

No te volví a ver hasta el día en que entraste desesperada a mi pensión, creo que eres la única persona que ha podido abrir esa puerta sin llave. Lo único que atinaste a decirle a mi casera, que estuvo a punto de colapsarse con tu aparición, fue que si estaba el niño despeinado de la comida corrida. Yo escuché tu voz entrecortada desde la máquina de escribir de mi cuarto, desde el vaso de güisqui en mi mano derecha y te imaginé de pie con las manos sobre tus rodillas, los ojos al suelo, la respiración agitada. Así supe que la revolución empezó un domingo. Cuando salí de mi cuarto ya estabas sentada en el sala con un extraño olor entre gasolina y perfume. Te llamé y te levantaste sin voltear a verme.
- Tenemos que irnos...
Yo no dije nada, regresé a mi cuarto, cogí la bolsa de plástico donde guardo el dinero, y Plata Quemada de Piglia, sonreí pensando en nosotros sitiados por la guardia civil en algún departamento de cualquier edificio. Tú estabas parada junto a la ventana volteando hacia la calle aunque yo sabía que tenías los ojos cerrados.
- Vamos...
No terminé la frase cuando el sonido de las sirenas de las patrullas y las ambulancias coloreó la calle, de pronto me sentí ridículo. Eran las 12 del día, salimos de la pensión corriendo hacia la izquierda, tú tranquila mientras yo pensaba que haber sacado un libro en plena guerra civil no fue lo más inteligente... que lo cambiaría, junto con una de mis manos, por el vaso de güisqui. Siempre estuve atrás de ti y estoy seguro de que no podía correr más rápido, mis ojos a ti, tu espalda, tus piernas, tus Converses negros.

viernes, 7 de septiembre de 2007

1/6 ( 3 acá )

Creo que me preguntaste el tiempo que llevaba afiliado al partido antes de que aventara nuestra última bomba molotov a la fila de lanzagranadas, entonces tuvimos que correr y tú desapareciste con tu amigo republicano. Ahora contesto, no estoy afiliado al partido, cualquier lucha me parece divertida y cuando asisto a alguna marcha que termina en represión duermo bien. Creo que así es más interesante, yo sólo veo a la gente pasar con sus pancartas y los cánticos (porque los gritos de protesta siempre son cánticos de gente desesperada, como nosotros), así me siento tranquilo porque nunca podría delatar a nadie. Jamás había socializado entre las filas y menos con alguien que se viera bien escapando en Converses negros. Tampoco había tenido una pérdida considerable desde que abandoné el distrito federal como resultado de la muerte de mi padre, pero tú diste vuelta hacia el otro lado en la esquina de Campomanes y Arrieta .No me considero idealista, mucho menos, ideal. Y sé que tú no lo has pensado, tengo la manía de aclarar las cosas que no importan. Aquella revuelta me dejó llorando de la risa, o pudo haber sido el gas lacrimógeno. El rollo es que moría a carcajadas cuando entré llorando a mi pensión, la casera iba a reprochar algo pero terminó riéndose conmigo antes de que abriera la puerta de mi habitación.

martes, 24 de julio de 2007

14 de 15

Cuando llegué a la mesa susurré a su espalda el siguiente verso. Me niego a sólo pensar poesía y encontré las palabras recordando a mi abuelo. Al viejo le dio por caminar recitando a Mario antes de morir. Susurré porque los versos se hablan y ella volteó sin dejar de leer el poema aunque sus ojos se quedaron en mi cuello, quizás trataba de asfixiarme. Yo pasé saliva y caminé hasta el lugar que quedaba frente a ella, me senté, apuré mi güisqui sin dejar de ver sus hombros descubiertos y esperando a que terminara la lectura. Cuando calló yo quise decirle “Emilia”, pero su mano izquierda se acercó a mis labios sólo para quedarse por un instante en el descuido de mi barba, entonces empezó a recitar su soledad y yo encontré esa angustia afrodisiaca en todo, sentí que leía de mis manos cuando aparecieron los otros en su historia, sus demás. Terminé otro güisqui. Después escondió sus dedos bajo la mesa y antes de que pudiera dejar de hablar yo me paré para pedir otro trago y arrancarle un beso. Nada, giró y yo empecé a convencerla de su personaje, de que revivíamos una incorregible coincidencia. Le dije, mientras me sentaba, que aquella vez era otro bar, los tragos eran más y su falda mucho más corta, que nunca había querido quitarle la ropa a nadie como a ella. Que me acerqué para invitarle el trago que ella me pidió sin conocerme. Para convencerla le juré que tenía un lunar cerca del pezón izquierdo, que esa vez entre sus sábanas descubrí tres páginas de mi novela depaso. Que todavía amanezco sonriendo cuando pienso en los gritos de los vecinos. Ella no dijo nada, separó ligeramente las piernas debajo de la mesa y siguió escuchándome sin dejar de mover los labios en los que yo reconocía el siguiente poema de la noche. Terminé el monólogo argumentando que después de esa noche, de días, donde nos matábamos y despertaba sin ella, jamás regresé a mi piso. Que salí de su cama y de su máquina de escribir para perderme en esta ciudad hasta encontrarla de nuevo. Hubo un silencio medido y empecé a respirar violetas.

viernes, 20 de julio de 2007

13 de 15

Entré al bar un poco más tarde que cualquier otro miércoles, eran las diez menos cuarto. Esto de trabajar horas extras sin paga me sigue matando. En el Malasaña nada interesante, dos mesas llenas, la mesa de billar atolondrada con el abuelo y el grupo de Oaxaca. Todo en entonado cotidiano. Mas cuando me dirigía a la barra un silencio medido llamó mi atención (los silencios medidos taladran) al fondo del bar del lado izquierdo una voz de mujer hablaba poesía... no me volví a ella, sonaba a Benedetti. En un principio pensé que recitaba para una pareja que en ese preciso momento debía de estar en algún otro lado; lo único que me vino a la mente fue el baño. Hay que estar acostumbrado para poder escuchar poesía dado que la primera impresión de un gran poema aterriza en el estómago. Llegué a la barra, no tengo miedo de sentarme a tomar solo y no me considero aficionado de las barras, visto como un problema de comunicación, pues nunca le he dado mayor importancia a mi avidez por la bebida. En esa ocasión decidí la barra por mis imperiosas ganas de ser atendido pronto, la sed es implacable cuando el tiempo se alarga entre los tragos.
Me senté, Don Jesús me acercó el plato de cacahuates que nunca he probado y un vaso repleto de hielos. “Ahora sí. ¿Qué te voy a servir, Pancho?”, casi nunca contesto esa pregunta, generalmente saludo y después él va por una botella de güisqui y la deja de su lado de la barra pero frente a mí, “de todas maneras no tiene caso que perdamos el tiempo en regresar por ella, ¿o sí?" Silencio.
El bar era el mismo pero al intrusa poeta me empezaba a intrigar, yo escuchaba su voz, la plática de las dos mesas detrás de mí y el tono oaxaqueño en la mesa de billar... pasaron dos vasos sin que escuchara a algún acompañante. No sé, podían ser muchas cosas pero después de veinte minutos notabas que ella no leía para nadie, sobre todo porque repetía versos aislados subiendo el tono, o susurraba la última palabra de casi todos los poemas. Terminé por volverme para buscar sus labios-poesía. Seguía sola, el libro frente a ella sostenido por las dos manos; no tomaba, eso seguro, el vaso sobre la mesa había extraviado los hielos a manos de la temperatura nocturna. Me terminé el güisqui y esperé a que Don Jesús me sirviera el siguiente (parece que ese trago fue le tercer verso del primer cuarteto... soneto ineludible), lo levanté y empecé a caminar hacía su mesa.
Dos días después supe que el poema que ella leía cuando me acerqué a su mesa era Bienvenida, hay días en que la vida te patea la espinilla de una manera divertida.


-... yo nostalgio, tú nostalgias y cómo me revienta que....

sigue..




lunes, 16 de julio de 2007

necesito tu espejo

Tendría que escribir algo antes de utilizar a Benedetti... mas callaré hasta robar tu metro y medio de páginas en blanco.

Nuevo canal interoceánico

Te propongo construir
un nuevo canal
sin esclusas
ni excusas
que comunique por fin
tu mirada
atlántica
con mi natural
pacífico.

Mario Benedetti

miércoles, 11 de julio de 2007

08-2006

Recibí la llamada y no dije mucho, qué cómo estaba, que qué tal la fotografía... que mi literatura ya se había cancelado. Aunque mi literatura no fue literatura, ni tampoco era mía y lo que fue se canceló cuando tenía diecisiete y mis cartas dejaron ser cartas para convertirse en casi-cuentos y después en intentos de poesía. Ella me contó que Madrid la estaba cansando, su beca se había terminado y que a pesar de que su papá le había dicho que por dinero no había problema, estaba pensando seriamente en regresarse a vivir a México, no a Querétaro, tal vez a Monterrey o al d.f. Ya no tenía novio y estaba rentando un piso ella sola. No salía con nadie de acá y se había aburrido del jamón serrano (creo que yo le dije que dos años eran más que suficientes para cansarte de todo, no me acuerdo, aunque yo tenía casi 21 años viviendo en la misma ciudad y de lo único que me había cansado era de mí mismo). Después nos despedimos, le pedí su dirección, su teléfono... lo que fuera para quedarme con la esperanza de poder comunicarme con ella alguna tarde revuelta... me dictó todo a su manera, suponiendo que yo tenía una pluma en la mano (que de hecho tenía, como siempre aunque no servía), rápido, como cuando te avientas de cualquier parte demasiado alta (la altura depende de la persona, no necesariamente de la altura de la persona) respiras, cierras los ojos y ya, como el tequila; aunque desde los quince no tomo tequila. Y yo sabía que no me iba a repetir nada porque cuando ella acaba de decir algo pasa de inmediato a otro tema, lo que fue, fue... lo demás se pierde en el acervo de conversaciones telefónicas internacionales... Apunté algo de lo que pude recordar en alguna página de Bolaño, el libro más cercano. Hacía diez segundos se había despedido mandando saludar a todos y prometiendo postales. Colgó sin que yo dijera nada... noté que seguía con la bocina en el oído cuando empecé a escuchar un beep intermitente.

lunes, 9 de julio de 2007

Era otro de tus días, otro espacio sin cronómetro de aventuras alcohólicas porque tu mundo insistía en desbaratarse en pedacitos; el bar vacío, tres mesas ocupadas contando la tuya. Nadie contigo, te habías quedado de ver con tus amigas a las nueve de la noche y tú estabas ahí desde las siete menos diez. Ahí el problema de no ser una niña de planes y de fastidiarse con los horarios. Como si la gente supiera que a las nueve de la noche se le va a antojar una cerveza, o que en dos días querrá ponerse hasta la madre. Faltaban quince minutos para que llegaran el club sudaca y las únicas dos mexicanas que siguen soportando tus depresiones suicidas, los desfiguros... ¿por qué se sigue la tendencia de alejarse de la gente triste? Llevabas tu falda corta y la blusa negra que nunca le gustó a tu ex porque el escote dejaba ver su lunar o tu lunar que siempre quiso que fuera suyo. Recordabas la copa llena de vino que aventaste a la pared de tu cocina cuando notaste que no estaba el mesero guapo. Entonces te paraste para preguntarle al barman que si aceptaban tarjeta –qué bien te vendría un vodka de cortesía, un intento más del chileno de sonrisa triste-, tú te hubieras acostado con él desde que lo conociste pero él se interesó en ti y eso terminó por mandar la fantasía directito a la chingada-. Estabas en eso, en que tal vez ahora sí te lo llevarías a tu piso aunque te dijera que le encanta tu espalda o que la última vez que te vio dejaste una servilleta con una historia que no entiende pero que tiene guardada en su cartera, pensabas en eso y en tu vodka con jugo de arándano cuando entró Guillermo (claro, en ese momento no sabías cómo se llamaba) cruzó el bar de la puerta a la barra, le pidio al barman dos Jack Daniel’s con agua y corrió al baño. Si hubiera estado peinado o caminara en zigzag te hubiera parecido pretencioso, otro hijo de papi recorriendo la España de los hijos de papi, hijos de todo, menos de españoles. Dos horas después te enteraste de que era mexicano y que llevaba seis meses recorriendo Madrid buscando a una exnovia que un día le llamó a su casa para decirle que lo quería...

martes, 3 de julio de 2007

decir...

Las cosas no se escriben para decir. No porque exista algo narratable, argumentable, palabrable ... la necesidad reside en la escritura y no en su interpretación. Sería inútil significarnos en la lectura pues el lector es prescindible. Sólo se pintan las cosas insufribles, las imposibles, las no-cosas; las que se resuelven en todos los idiomas menos en el propio... no hay creación criticable o injusta. Todo el tiempo hay nada que decir, sobre todo con los dedos, pero me aterro y trato de no quedarme callado.

jueves, 28 de junio de 2007

casi nunca abro la puerta...

Tengo una adicción a esconderme entre tus cosas, a llegar cuando te vas y escribir con tu esencia que va de la cama al baño y de regreso a la cama. Entiendo que tú nunca sales de este cuarto, no mientras yo escribo que no escribo. Reconozco que tus demás duelen como mi insomnio, como tus alas caídas. Yo no sé si has besado mis lágrimas cuando duermo pero ayer no escuché tu llegada, o no lo recuerdo. Sé que discutía con los insufribles puntos suspensivos y que empezaba el décimo primer capítulo de mi Novela de Paso con un güisqui en la mano... sé, que el güisqui no estaba en la novela. Más tarde me debí de haber quedado dormido, pues hoy desperté desorientado a las doce del día. Seguía en tu cuarto. Imagino que llegaste, que nos matamos como todas las noches... que los vecinos llamaron y los mandamos a la mierda. Imagino que volviste con el corazón roto y yo parafrasee algo que dijiste hace algunas páginas; me gusta pensar que me arrancaste las pestañas mientras te mordía las uñas. Mientras tanto, suceden silencios y yo alucino el llavero argentino acercándose desde la estación del metro. Por eso me levanto y me sirvo un trago surcado para esperarte despierto.

lunes, 25 de junio de 2007

intruso

Es tarde cuando entras al cuarto, tarde como 3 cuentos de Arreola. Han pasado tus dos horas de trayecto creativo y tus manos bailan resueltas en tinta gracias al transporte colectivo. Te quitas la ropa sin voltear a verme, yo te como, no puedo obviar tu imagen (nunca he querido) y reconozco que estoy perdido entre tus piernas cuando tratas de verme a los ojos.
-Me gustas más cuando me ves a los ojos...
-¿Puedo escribir en las plantas de tus pies?
-No, son pequeños.
Mi mirada abajo, terminas de desvestirte y empiezas a buscar tu ropa de dormir, yo busco tus ojos.
-Ayer fui por La voz de Lila...
-¿y luego?
-Nada, “nada en ningún Gandhi de la república, eso dice el sistema”. Están por descontinuarla
-vulgares.
-¿Tendrán tanto poder como para descontinuar un libro?
-no sé, hace mucho que dejé de preocuparme por el poder de las franquicias.
Tu blusa de dormir resbala sobre tus pechos, yo parpadeo... muevo la cabeza a otro lado como si alguien me llamara.
-¿Vas a dormir conmigo? –preguntas sentada en la cama. Me guiñas un ojo, el derecho, el mismo que cierras cuando terminas un diálogo-propuesta, un monólogo conspirador.
-No, no creo... hoy no he escrito nada.
-Te dije que te cortaras las manos. Odio tus temblores, cualquier hoja blanca rota en el suelo del cuarto... tu eriza de letras.
-No puedo cortarme las manos, además me mataría sin tocarte.
-Tócame... –no es una invitación, es tu forma de arrebato. Me levanto... camino hasta el escritorio,regreso con un vaso con güisqui y un pincel.
-¿Sigues tomando?
-Desde ayer... ¿y tu música?
-Pronto...
-Siempre me han gustado tus piernas –llego hasta la orilla de la cama.
-Son cortas
-Son tuyas...
-Hace calor –te quitas la blusa y te quedas acostada bocabajo.
-Quiero que leas lo que te voy escribiendo... sólo entiendo la poesía que debe leerse en voz alta.
-Sólo así es poesía, escribe rápido no me gustan las pausas.
Termino el güisqui, pongo el vaso en el suelo y me siento a tu lado en la cama. El pincel cae en tus muslos... resbala. Yo sigo temblando hasta que escribo... tú hablas.

miércoles, 20 de junio de 2007

memoria

Llevo una enciclopedia queriendo abandonar la literatura clásica, imposible. Sólo consigo mi abandono. Por eso delego cobardías mías a personajes valientes... Recuerdo la discoteca arruinada, el diálogo empezó con ese amigo común que soñaba con el mundo en porterías, ¿cierto? Yo estaba triste y es posible que haya imaginado a Bovary en tu sonrisa de lluvia como resultado de mi fascinación por alguna Madame de mediados del siglo XIX que me taladraba las rodillas. Sé que quise un beso fugitivo. Uno de hada. Ahora sé “que no pasará” (punto) “nunca”.
A saber: yo no espero, no pido, no hago trueque...a mí me encanta el arrebato.
Sé que tienes mi novela favorita escrita en el cuello, que todo lo que estoy buscado lo llevas arañado en la cintura. En ese lugar de tu espalda, el punto exacto contrapuesto al ombligo donde las manos (las que no son tuyas) se detienen tratando de encarcelarte. Tengo que leerte-comerte... ya lo había escrito. Hay cosas que salen del sudor de tus manos que necesito arrancarte con la boca.

martes, 19 de junio de 2007

...guanatos

Vamos a pensar que estoy en el mismo cuarto, con la misma pantalla rebanándome los ojos sin tocarme la nariz, con los mismos libros que ya no tienen más páginas que esas dos que llevan abiertas desde Guadalajara, desde el inicio de mi Novela de Paso, desde que intenté rescatar a Juanito guardándome la mota en los güevos. Esas mismas páginas que sabes de memoria. Ahora pensemos que el calor es insoportable, que lo que más suda son las manos. (porque las manos sudan impacientes sobre el teclado... es desagradable, es definitorio) No me imagino a Huidobro con sudor en las manos, si a Vallejo. Es como Hemingway y Faulkner. Las manos de Faulkner sudaban frío, ¡me vale madres! Imaginemos que mi generación olvidada vuelve, todos serán reconocidos algún día después de su muerte; tres cosas fatales. Medios círculos inevitables, los círculos apestan.
Ahora el cursor parpadeando, Nayely, parpadeando, Siul, parpadeando, Memo, Leroy, parpadeando. Coral odiaba los cursores, casi lo entiendo. Si las cosas se aprenden, ahí aprendí algo... lo único que sé si algo se sabe.
Pensemos que la nostalgia reconoce y atrapa, que los años se resuelven en instantes alterados, Marge sabe que es imposible que suceda en otras situaciones.
Volvamos a mi cuarto, a la espalda-espada, a la batalla épica entre las distancias y mi paciencia. Ataco a los segundos inhumanos como a mosquitos, con la barba, con las uñas y los ojos tristes... siempre he dejado de llorar, por eso son tristes con el tiempo y yo vomito relojes y cumpleaños.

lunes, 18 de junio de 2007

nada de nada

Es tiempo, todo parece indescifrable y yo me vuelvo loco tratando de encontrar palabras que no existen para escribirte cosas que jamás se leerán... y claro, fracaso. Hay veces que las mañanas se me pierden esperando a que salgas del baño y me digas que duerma, que todavía es muy temprano... mañanas que espero tu sonrisa mía mientras desayunas y yo me revuelvo en la cama tratando de que el tiempo se detenga y me deje ser contigo eternamente.
Tengo de aceptar los días de fastidio, que me arranco los dedos con la boca porque a pesar de leerte entre mis brazos nada escribo para ti de todo lo que tengo que decirte. Podría ser mi afán de volverme de ti cuando estás tan lejos. ¿Tengo que empezar a controlar los temblores de tu ausencia?, ¡me resisto! Y mientras tus días son lluviosos y fríos yo me escondo entre mis sábanas y me cubro con calor de este calor no nuestro.

martes, 12 de junio de 2007

Descanso. Intercambio 2/3 por 1/1

No quería componer otro Quijote -lo cual es fácil- sino el Quijote (...) no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coincidieran -palabra por palabra y línea por línea- con las de Miguel de Cervantes.

-Borges

Estoy mocosamente divertido. Trabajar once horas al día es como un escupitajo en cualquiera de las dos orejas, ¡en las dos! Me arranca la cabeza el olor a Zola, los combustibles, las malditas chimeneas, el equipo de seguridad (sobre todo el casco) y la brillante idea de prohibir la venta de bebidas alcohólicas en los comedores industriales. No me veo como un adulto que puede dejar de tomar cerveza antes de las doce del día, no como adulto.

Entonces encontré que Pach entendió a Borges y empecé a pensar en cómo devolverle mi sonrisa que no he podido quitar desde hace unas horas. Mi rostro debe de estar tan descompuestamente feliz (lo cual me he prohibido ver), que reconozco su sabiduría, su biblioteca infinita, su necesidad obscena de ser (porque querer ser debe de verse como un improperio y esto no significa mi desprecio, al contrario). Explico, al final todos los libros son el mismo libro que escribe cómo todos los libros son el mismo libro. Hada, estamos condenados a reescribir factorialmente... a revolver en espiral ascendente o descendente (desconozco, por eso es una espiral) las mismas letras en abismos. Todos los que se apasionan, condenan, aturden, mienten o revuelven con tinta son el mismo. Así, no hay mejor Quijote que el de Pierre Menard ni mejor situación narratable que la Pachiana, y claro que no es corriente, ni vanguardia, ni tendencia... sólo es y eso es sutil y despiadado. Creo entender su desesperado entendimiento, no hay libro más tuyo que aquel leído con cabellos en las manos (olvido cualquier texto que no me haga arrancarme los pelos de 3 a 7 veces) (tal vez por eso mi afición a Hada, aunque prefiero no quedarme calvo) -algún día vendrá el decálogo de las razones para tirar con fuerza de tu capilar literatura-, perdón regreso, de hecho no existe más libro que el que escribes leyendo... o viceversa. Pach, mientras en Babilonia haya lotería y no biblioteca (y eso es inevitable) , seré tu lector diletante. Vuelve.

Sr. Anónimo, tengo que encontrar al hijo de puta que me publicó hace 24 años.

domingo, 10 de junio de 2007

1/3

Carta 1*

He estado esperando un pretexto para escribir una novela, una carta irremediable, algo que deje de ser mío para volverse de ti. Sé que podría quedarme sentado al infinito sin utilizarte entre estas letras (y tal vez es lo que debí haber hecho. Esperar la madurez, los años sabios, otra guerra, un golpe de estado...), pero acostumbro desesperarme pronto y hoy te tocó ser el infortunado destino de mi impaciencia literaria.

Creo que he estado tanto tiempo en esta ciudad, en este país, en esta edad (que calculo entre los 15 y 19 años), en este apasionamiento incontrolable de hacerme triste, que las cosas se me han vuelto ajenas. Ahora no hay nada más ajeno que lo que conozco desde que tengo memoria. Ayer salí con mis hermanos de toda la vida, traté de ponerme al corriente en sus juegos, en sus pasados, sus amores y me aburrí como niño en misa. Después traté de contarles de mí, intentar que esta historia en descontrol nos uniera para siempre... que se alegraran de mi destrucción y aportaran ideas para la comicidad de mi depresión constante... nada. Y yo me he vuelto cínico y ellos se han vuelto señores... Así, mientras Pancho y yo nos hemos perdido antes de nuestro respeto y después de nuestra ironía, el mundo termina repitiendo los mismos temas que nosotros hemos superado desde que jugábamos con lodo... (aunque lo seguimos haciendo). No sé, quiero creer que esta pasividad nos está cambiando el alma por un payaso, un Arlequín desesperado en su corazón y arrepentido en el mío. ¿Por qué empiezo hablar de Pancho? Me voy a morir, él es importante.

Así sigo esperando una oportunidad para escribir, una oportunidad que no merezco ni he hecho nada para merecerla... una oportunidad que no he perseguido... pero la espero. Creo que lo que pasa con los artistas de nuestro continente (nuestro continente es el de abajo) es que están demasiado ocupados (ilusionados) conviviendo con sus fantasmas como para empezar a venderlos, subastarlos o regalarlos. No, no estoy apuntado la artisticidad mía, sino a la de los que conozco. Mis músicos amigos, mis pintores, los escritores que sé que escriben y jamás serán leídos. Saber es una maldición, una burla del destino para los que necesitan saber que no saben...

Un gol sin festejo no es gol


Hace dos minutos leía a Borges y decidí escribir. Escribir que leía a Borges y decidí escribir.

Sigo diletando, argumentando que mi literatura nada tiene de formal, de estructural, de literatura. En realidad sólo soy yo, el mismo aficionado de hace ocho años... más viejo, más tonto, más triste y menos ilusionable. No creo que sea madurez, espero que no.



viernes, 8 de junio de 2007

Correspondencia

homenaje al (Homenaje de l. azul. )
abrazos, zombie.


"Repetía a menudo que hacer sufrir es la única manera de equivocarse. Quería ser un hombre justo” -Calígula, Camus.

Reconozco que somos así, así cómo, así cuándo. Que los libros nunca se irán. Confieso que las páginas se desgastan mientras leo... como las cuerdas si tocara, como el jazz de Coltrane, como DeltaRED en el museo de la ciudad y mis quince años a los veinticuatro. Sin embargo algo queda entre los dedos, llevamos alguna frase afortunada atorada en la nariz , labios con puntos suspensivos... he visto palabras atrapadas en tu cornea, impregnadas para siempre en el cristal izquierdo de tus anteojos. Así leo los diálogos en tu espalda con el recuerdo de que los libros viejos desaparecerán y tú empiezas a fumar mientras lees la pared, que a mí me parece redundante. Termino de leer en tus muslos y sufro por las nuevas ediciones, por el tercer capítulo que me fascinaría leer entre tus brazos y que leeré invariablemente en una nueva edición de bolsillo que puedo sostener con una mano, la derecha.
Todo es tan impropio que el final de mi novela me lo tatuaré en las exilas. Me rehúso a dejar de leer de ti a pesar de la incontrolable revolución y los espacios saturados de carroña. Yo sólo comerte, perder el conocimiento... leer

jueves, 31 de mayo de 2007

Personajes perdidos...


Extraño a Emilia, sus ojos entreabiertos, su cacería incontrolable, su descaro. Dejé de verla porque de pronto todas mis protagonistas eran Emilia, mis tramas todas en bares, en noches, en camas. Le huí después de que una amiga me aventó mi último cuento con un comentario algo así como “¡por eso nunca acabas de escribir nada, porque te esfuerzas en enamorarte de todas y guardártelas para siempre!” Ahora entiendo que estaba celosa, que Emilia no buscaba enamorarme con sus vodkas y su fotografía, que yo nunca tuve un diálogo narrador-personaje donde le propuse todas las conquistas posibles para que sentara cabeza y dejara de atormentarme. Aquél diálogo en el que estuve dispuesto a regalarle a mi Francisco, a mi Rodrigo... a Santiago, sigue siendo el favorito. Para mí eran él y Emilia, no era el momento eso es todo...

Y leo que Emilia va subiendo las escaleras para llegar al bar y que el mundo conspira con su minifalda, ¿o por su minifalda? y ella lo sabe, y leo sin leer porque hay cosas que se quedan en mi espalda y duelen como escribir a mano.
Emilia debe volver aunque todo se condene, que regrese para mí y al diablo las historias. ¡Qué carajo si todas mis mujeres se llaman Emilia y la novela se vuelve interminable?

miércoles, 30 de mayo de 2007

4, cuatro,IV... chamba

Y dije: "No, pero cuando tenga trabajo y entonces sí, ¡ya verán!" Pero nunca dije que taaanto trabajo... carajo.
Se me van a morir los dedos o los ojos... jamás ambos, qué desperdicio.
La novela viene pronto.

martes, 29 de mayo de 2007

(paréntesis entre paréntesis)

Odio los días blancos, las pantallas con cursores parpadeantes. Siempre termino mis días con las manos amarradas, ¿o así amanezco?

Dije que no podía tomar este fin de semana y pude, ja y de qué manera. El viernes me calcularon 19, "máximo 20". No sé, creo que soy el único que sigue encantado con lo mismo desde hace 10 años...

viernes, 25 de mayo de 2007

I:II

Lo peor, después de que te enteras de todo la historia pierde su encanto, si es que alguna vez lo tuvo, y te das cuenta de que aquél fulano (porque no vale la pena ni mencionar su nombre y menos que se apellida Pérez López) es más bien feo, conformista, patán y siempre termina antes que tú no importa que tan pronto puedas conseguir un orgasmo. Lo más peor, tú ya le habías perdonado una infidelidad cuando llevaban un mes. Bueno, es que estaba borracho y la mujer era horrible. Y claro que no, no es el mejor partido... pero en ese momento no había mejores ni peores. De hecho no había partidos y al final siempre gana el miedo de quedarte sola.

jueves, 24 de mayo de 2007

Capítulo I (versículo I)

Este relato empieza como una canción de Arctic Monkeys. Igual dicen que el orden de los factores no altera el producto.

Santiago decidió correr el once de noviembre cuando salimos del funeral de Gilberto Fernández del Valle, tres semanas antes de que su familia lo mandara a una clínica de rehabilitación en Chicago, dos días después del peor pasón de su vida; Santiago empezó a esconderse después de decirme que ya no podía ser mi novio.
A la gente como mi novio, bueno mi exnovio sólo la puedes conocer en un momento de tu vida: generalmente el instante después de que te enteras que tu novio (el anterior), que ni es tan guapo, ni tan trabajador, ni tan decente, ni tan chingón en la cama, te ha puesto el cuerno desde hace tres meses con niñas que tu consideras más feas, pendejas y corrientes que tú. A saber, no llevabas más de seis meses con él. A los Santiagos los conoces cuando no quieres conocer a nadie, cualquier día que vas caminando con un hueco en el estómago del tamaño de tus pulmones.

miércoles, 23 de mayo de 2007

pastillas


Sigo esperando el efecto de las pastillas. ¡Qué inutilidad! Hoy creé dos de estas madres (porque a mi me vale, estas chingaderas se crean). La idea del primero era ir escribiendo mi novela de Paso que no ha salido de unos cuarenta y tres primeros capítulos. Así, falló. No pude recordar mi nombre de usuario/contraseña durante las dos horas siguientes a suscribirme, inscribirme, incluirme o condenarme... (lo que sea). Entonces abrí éste para cancelar el anterior (que claro, sigue: www.noveladepaso.blogspot.com) y poder revolverme al infinito en los mismos primeros capítulos . Insisto, mis personajes son de extrema izquierda: de la izquierda anterior a Cristo.


...que Borges se quedó ciego porque ya no había nada más intersante para Borges que Borges.