domingo, 10 de agosto de 2008

Carta 2. Borrego de acá para allá

Entiendo tu obsesión por los delfines, por el mar... por las palabras de cualquier literatura, todos sabemos que contigo nunca falta poesía. Pero, ¿de dónde la necesidad de hablar de él? No voy a decir nada, sólo quería que supieras que leí la carta y que regresó todo de golpe, llevo dos días en el piso. Lo siento. Algún día iré a visitarlo, espero que no se muera antes... o sí. Si no muere prometo sacarlo de ahí cuando regrese contigo...
Estoy fascinado con la gente de acá, todos creen en los pronósticos del clima. Ayer nadie salió de su casa porque todos esperaban un huracán, claro que no llegó. Acá esperan las lluvias como allá esperábamos a los delfines.
Regresó al abuelo... ¿crees que sea el momento de hablar de eso? Si tú crees que sí, en la próxima carta escribo todo lo que pienso pero sólo para enterrarlo, no quiero una conversación. Quiero un abandono, ¿entiendes? Me gustaría poder levantarme de aquí a cualquier hora, estos días sólo me he podido parar de 3 a 5 de la tarde. Mañana espero al cartero para mandar esta carta. Me da miedo estar en la calle después de las cinco y caerme al suelo. ¿Te imaginas qué pasaría si no pudiera regresar a casa? Perdón que te aburra con estas cosas ¿a quién si no?
Espero ver a la abuela pronto.
Abrazos a nivel de mar

tote

Nunca te ha gustado manejar, no es el carro, ni la soledad, ni el clima ni la ciudad. Es tu afición al extravío y a los gritos innecesarios (-“!por qué no le estamos gritando a las perras?”), si las brújulas tuvieran un nombre se llamarían Minerva. Las seis de la tarde es la peor hora, pero así es el mundo asalariado; constante en sus peores y en sus mejores.
Está lloviendo y López aparece encabronado, más que tú que recuerdas a una novia loca y empiezas a mentar madres con las vidrios cerrados (sería una estupidez mentar madres con las ventanas abajo cuando está lloviendo). Te urge una michelada pero si te sales a la lateral para encontrar las más cercanas llegarías media hora más tarde con ella, y eso no te lo perdonaría jamás, ni tú a ella que no te lo perdone. Piensas en lo que te dijo el doctor: “Güero, yo te recomendaría que si vas a tomar ya no tomes cerveza y mucho menos le pongas refresco a tu vino”, el comentario hace que te duelan los riñones. Pero si ya estaba en eso...
-“Ayayayaaaaaaiii, mamá por Dios...”, mejor cambias de canción. No necesitamos pretexto para la fiesta. Todo nos llama, hasta los días en que tratamos de esconder el disfraz pirata en los horarios de oficina.
Avanzas, frenas, avanzas... -“el día que tenga para comprarme un carro automático... me voy a comprar la estatua del Diego, pendejos”
Levantas el celular del asiento del copiloto, claro que no vas a llegar temprano (pero nunca dijiste a qué hora), igual mejor le avisas. Biiiip 3.3.1.2.8.9.... .... .... biiip, biiip:

- Aloooo
- Estoy en el tráfico
- Supuse, ¿vienes?
- Llego en quince, ¿qué escuchas? – te pegas al celular-
- Nada
- Qué raro, siempre tienes música cuando te marco...
- Hoy no, ¿por dónde vas? –se rasca la nariz-
- López
- ¿y qué carajo haces allá? –ojos a la derecha-
- ¡No sé!, me perdí... –golpe al volante-
- Ok, en lo que llegas voy a la tienda ¿qué traigo?
- Ocupo güisqui..