martes, 29 de enero de 2008

confeti

Suena el teléfono en casa de Sofía, ella está sentada pensando en blanco y negro (hace tiempo que le dio por quitarle los colores a sus recuerdos) mientras fuma el último Marlboro de la cajetilla. Él en una cabina telefónica a mitad de un día soleado de enero, temblaba antes de marcar el número, ahora tiembla después de cada sonido intermitente que sale de la bocina. Sofía no se levanta aunque sabe que le hablan a ella. Contesta la niña que les ayuda en la casa.
-Bueno
-Eh, sí...
-Espera, ahora te la paso
-Pero... (Andrés trata de escuchar algo, algo que venga del otro lado del teléfono pero el sonido del tráfico en la calle no lo deja)
-Sí, Andrés... qué haces, ¿dónde estás?... qué gusto me da escucharte...
-No he dicho nada...
-Lucía te reconoció luego-luego...
-Claro
-¿Estás aquí?
-Sí...
¿Cómo andas?
-Igual, a veces pienso que me quedé estancado en los diecisiete. Quiero verte, ¿cómo estás?
-Bien, muy bien. Como que me regresó la contenticidad. Es bien raro como pueden cambiar las cosas de un día para otro, ¿no crees?
-...
-¿En qué piensas?
-En tus nuevas palabras
-Te las regalo
-Ya sé, a veces pienso que es lo único que me queda... esperarte como esperaba los regalos en mi cumpleaños.
-Eso es bueno, supongo.
-Contestas muy rápido, imagino que estás saliendo con alguien. Regresemos a tus palabras.
-No entiendo, yo sólo digo que puedes utilizar mis palabras cuando quieras.
-Gracias.
-¿Qué te pasa?
-No quiero decir “no sé”, mi psicóloga dice que todo lo contesto con eso... supongo que es una forma de evadirme.
-¿Evadir la realidad?
-No, a mí. Hace tiempo que la realidad me tiene sin cuidado.
-¿Por qué?
-No sé.

domingo, 27 de enero de 2008

check out

Andrés llegó a llorar a México. Lloró como se llora cuando se llora: desconsoladamente, a moco tendido, sin berridos, con lágrimas interminables... no gota por gota. No hay nada más llamativo que un señor en suspiros, es como un animal exótico. Andrés lloraba sentado en el suelo apoyando la espalda en la pared y con la cabeza sobre las rodillas. Tenía que pasar por aduana, sus maletas no llegaron pero no era por eso por lo que lloraba, sus maletas nunca llegan de todas formas. Él está preparado para que si algo puede salir mal, salga. No es fatalismo, es costumbre. Salió de Londres hacía doce horas y antes voló de Madrid... la angustia es trasatlántica. Andrés piensa que es impresionante como la gente puede enviciarse con las salas de espera y del extraño sentimiento que te deja cualquier vuelo de más de 4 horas. Claro que se cayó cuando corría en el aeropuerto de Londres para alcanzar el vuelo con destino a México. Se cayó en las escaleras.
Cuando llegó intentó hablar con hada, pero parece que los mensajes telepáticos se confunden con la lista de llamadas internacionales. Ahí fue cuando empezó a llorar, pero tampoco lloraba por la soledad informativa, era la maldita espiral en la boca del estómago, la idea de no saber qué carajo está haciendo con sus años, que los mejores pretextos se le escapan. Llora porque llegó a su país y media hora después lo único que quiere es correr, cruzar otra frontera y empezar de nuevo. Siempre dijo que no sabía porque estaba jugando a niño de mundo si a él le encantaba ser niño de pueblo. Aunque quedan pocos niños de 24 años, eso es de dominio público.

miércoles, 16 de enero de 2008

trayecto

Ahora la novela de paso viaja en tren, dos horas y medio de letras-trayecto entre Madrid y Salamanca. He dejado los puertos hace semanas pero sigue la inexplicable necesidad de tener una ruta de escape, la salida a menos de cuatro pasos. Es como cuando despiertas de un sueño perturbador, de la pesadilla que nos atormenta en las noches, no encuentro nada más oportuno. A todos nos gusta esperar al momento exacto, aguantar hasta el umbral de la angustia. Entonces jalamos una bocanada desesperada y brincamos de la cama exaltados a instantes de lanzarnos al vacío, a tres centímetros destrozarnos las piernas, a segundos de morir ahogados, a un impulso de dispararle a nuestro viejo entre los ojos. Así se completan los relatos caminando por los muelles o esperando el último tren en la estación, armamos las situaciones en busca del momento en el que habremos de arrepentirnos, pero no se puede regresar a los quince, eso seguro. Los trayectos se van haciendo tristes por lo nostálgico de nuestra generación. Y todos comentemos errores, el problema es que a mí se me escapan de los ojos. Viene un personaje diferente.

martes, 8 de enero de 2008

enviciación en toledo

Hada descubrió un nuevo personaje, uno de mí. Uno que yo no he escrito ni escribiré nunca. Supongo que los días nos atrapan y ya no hay nada que pueda ocultarle a sus alas nocturnas en mis mañanas de resaca. Despertamos hermanos y yo me aferro a sus diarios aunque evito leerlos, todo es el miedo al fracaso ¿pero se puede fracasar sino sabes lo que quieres? Y yo quiero quedarme porque me asusta el debo de mi vida, la espectativa queretana entre mis ojos, las situaciones constantes, lo que me toca. Y quiero irme porque me asusta el quiero. No soy niño de decisiones porque las pocas que he tomado firmemente han salido mal. Mal por decir algo, por no decir que desalieron.
Y ahora escribo un diario con tu nombre aunque a veces parezcas tú... Y van cinco días sin tocar la novela de paso porque me tiemblan los dedos. A saber, los dedos tiemblan generalmente cuando tiembla todo el cuerpo. Me encantaría saber que no hago daño, que no soy yo del que se tiene que cuidar la gente sino al contrario... me gustaría escuchar al viejo desocupado por la tarde. Tengo que hablar con mis hermanas en México, quitarles la impresión de este tango español.

martes, 1 de enero de 2008

2do.

Me gusta la imagen de cualquier posible juego con las letras de tu nombre. Eso lo descubrí mientras te buscaba en las páginas del décimo tercer capítulo de mi novela de paso, todo durante un crucero de Helsinki a Estocolmo donde te imaginé antes de apostar todo en las cervezas del casino. Yo no juego, aunque claro que me gusta Dostoyevski, y por supuesto que perdí. Nunca pensé que fuera a decir que prefiero tierra firme, el efecto tierra firme, las borracheras tierra firme. No pensé que lo fuera a decir sintiéndome un pirata diletante. Y sigo de puertos, aunque lo que yo necesito es irme de marcha. Aquel día lo único que esperaba era llegar a Estocolmo para matarme la resaca con otra cerveza o con una barbacoa de hoyo aunque alguna vez me dijeron que eso no sirve de nada, mucho menos en el viejo mundo; desembarqué y caminé las calles de otro puerto pensando en el estilo Tesistán sin encontrar nada y tuve que destrozarme los mareos retrasados del Báltico con tragos de Heineken. De todas maneras la resaca resultó incurable y no me quedó más que caminar divertido, hablando con hada hacia cualquier parte del mundo, pensando en que yo te conocí un día-festejo que inventó Carroll.

Recorrí la ciudad siguiendo las torres de las iglesias durante 3 horas, cuando por fin encontré la oficina de turismo resultó que los mapas de la ciudad estaban agotados pero que me podían dar un folleto con las direcciones de los mejores restaurantes de la ciudad, a lo que contesté sonriendo que “no, muchas gracias... por mí que se la engrapen” –las maravillas del español sin terminas las frases guiñando un ojo-. Tengo que confesar que nunca he sido orientado y ahora veo fotos de una iglesia a horas distintas y claro que la iglesia no es la misma... por eso no me quejo de nada. Un viaje diferente, mis manos no dejaron de temblar en todo el día y yo paseaba como Jesús debió de haber caminado cuando se atrevió a caminar "sobre las aguas".

Ahora, en un nuevo puerto, estoy contando los labios que llevo en el movil, desesperando el año nuevo dos días antes. ¿Sabes que las bancas han dejado de utilizarse en los países primer mundistas?, aquí dicen que es por el invierno.