sábado, 6 de febrero de 2010

Guillermo empezó a escribir su novela cuando Lorena estaba a punto de salir del país para abandonarse en un curso de fotografía en la ciudad e Manhattan. Él llevaba tres semanas sin saber de ella y ella había pasado dos veces enfrente del departamento de Guillermo sin atreverse a tocar por culpa de sus viajes (los de él) y su miedo.

Ese día llovía y Lorena estuvo sentada 4 horas en la sala de espera antes de abordar el avión sin soltar la novela que le gritó Guillermo el último día que se vieron.

-Eres una pendeja, el día que leas Si una noche de invierno un viajero...

-¿qué?

-Calvino

-¿Ese día qué? No de quién, adicto!

-¡Calvino, chingáo!, ese día me voy a tirar por la ventana...

Guillermo llevaba 4 años hablando de la novela que escribiría, de los personajes, de que todos los relatos que ha escrito tienen que ver con lo mismo, que no hay escritor que no firme su sentencia con el primer cuento... que todo aparece como un borrador subordinado

-Sólo puedes escribir una historia en tu vida

-¿qué?

-es como tus fotos

-¿cómo?

-En secuencia, todas vuelven a lo mismo.

-¿Qué es?

-Yo qué sé...

Lorena llevaba su portafolios electrónico, su MAC air, la cámara digital Nikon con todos los lentes que le había regalado su padre el día que cumplió 25 años, y la tarjeta de crédito que le dio el abuelo dos días antes de que saliera su vuelo.

-Puedes quedarte en el departamento en lo que vamos tu abuela y yo

-Mi papá...

-No hagas caso, qué ganas de pagar por pagar

-Pero..

-Nada, toma esta tarjeta de crédito y la llave. Todo a cuenta del abuelo mientras la primer foto famosa la colguemos en el rancho. Nos vemos en verano por allá.

-Gracias...

-Dale las gracias a tu abuela.