jueves, 20 de septiembre de 2007

5/6 (3 acá)

Eramos dos adultos aniñados sentados afuera de la cortina de la tiendita donde compraste tus chips chipotle. Yo trataba de recuperar mi aliento con la mano izquierda sobre tu rodilla, tú comías y me hacías comer; aunque también comía para llenar el vacío en mis pulmones. La calle abandonada entre las explosiones, las sirenas de las patrullas nos rodeaban y el cielo empezaba a nublarse; por un momento imaginé que sería un día perfecto: güisqui, revolución, converses, tu rodilla y los chips chipotle.

- Diez meses siguiendo algo que no se qué sea. Es para reírse. - dije distraído, como si alguien me lo susurrara desde el otro lado del mundo.

Entonces me levanté y te ayudé a pararte. En tu boca quedaban migajas de chips, vi tus labios rojos como tus mejillas, tal vez fue por tu miedo o porque así eran. Te besé a un lado de la nariz respondiendo tu pregunta sobre la república, después pasé mi brazo por encima de tus hombros preparandote para caminar como camaradas. En ese momento apareció la guardia civil por la esquina donde habíamos doblado hace apenas unos minutos. Yo me paralicé mientras tú empezaste a caminar hacia ellos con la bolsa de chips volteada sobre tu boca consiguiendo que cayeran los últimos pedazos que se escondían en el fondo.

Caminé. Nos acercamos, cinco de ellos avanzaban como marchando (que estupidez), el sexto corrió cruzándonos y se detuvo detrás. Cuando estaban a un metro de nosotros tú les sonreíste y yo le tiré un derechazo en la nariz al puerco que estaba más cerca de mí, no se lo esperaba y se fue hacía atrás, después bajé el otro brazo de tu hombró y salté sobre él. Tú giraste para patear al guardia en nuestra espalda. Los otros cuatro me cayeron encima a macanazos.

Cuando dos fueron por ti y te esposaron gritaste que viviera la república, yo intenté voltear a verte sonriendo, pero cuando me destapé la cara recibí un codazo en la boca que regresó mis manos a donde estaban. Después llegaron más puercos, tres te arrastraron hasta una patrulla y a mí me subieron en la parte de atrás de una camioneta gris. La caja iba vacía. Mientras avanzabamos pensé en mi vaso de güisqui y reconocí el error de llevar el libro en su lugar. Después quise decirte que si ellos aborrecían la república... yo aguantaría, aunque no supiera su significado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

3/6 (3 allá)

No te volví a ver hasta el día en que entraste desesperada a mi pensión, creo que eres la única persona que ha podido abrir esa puerta sin llave. Lo único que atinaste a decirle a mi casera, que estuvo a punto de colapsarse con tu aparición, fue que si estaba el niño despeinado de la comida corrida. Yo escuché tu voz entrecortada desde la máquina de escribir de mi cuarto, desde el vaso de güisqui en mi mano derecha y te imaginé de pie con las manos sobre tus rodillas, los ojos al suelo, la respiración agitada. Así supe que la revolución empezó un domingo. Cuando salí de mi cuarto ya estabas sentada en el sala con un extraño olor entre gasolina y perfume. Te llamé y te levantaste sin voltear a verme.
- Tenemos que irnos...
Yo no dije nada, regresé a mi cuarto, cogí la bolsa de plástico donde guardo el dinero, y Plata Quemada de Piglia, sonreí pensando en nosotros sitiados por la guardia civil en algún departamento de cualquier edificio. Tú estabas parada junto a la ventana volteando hacia la calle aunque yo sabía que tenías los ojos cerrados.
- Vamos...
No terminé la frase cuando el sonido de las sirenas de las patrullas y las ambulancias coloreó la calle, de pronto me sentí ridículo. Eran las 12 del día, salimos de la pensión corriendo hacia la izquierda, tú tranquila mientras yo pensaba que haber sacado un libro en plena guerra civil no fue lo más inteligente... que lo cambiaría, junto con una de mis manos, por el vaso de güisqui. Siempre estuve atrás de ti y estoy seguro de que no podía correr más rápido, mis ojos a ti, tu espalda, tus piernas, tus Converses negros.

viernes, 7 de septiembre de 2007

1/6 ( 3 acá )

Creo que me preguntaste el tiempo que llevaba afiliado al partido antes de que aventara nuestra última bomba molotov a la fila de lanzagranadas, entonces tuvimos que correr y tú desapareciste con tu amigo republicano. Ahora contesto, no estoy afiliado al partido, cualquier lucha me parece divertida y cuando asisto a alguna marcha que termina en represión duermo bien. Creo que así es más interesante, yo sólo veo a la gente pasar con sus pancartas y los cánticos (porque los gritos de protesta siempre son cánticos de gente desesperada, como nosotros), así me siento tranquilo porque nunca podría delatar a nadie. Jamás había socializado entre las filas y menos con alguien que se viera bien escapando en Converses negros. Tampoco había tenido una pérdida considerable desde que abandoné el distrito federal como resultado de la muerte de mi padre, pero tú diste vuelta hacia el otro lado en la esquina de Campomanes y Arrieta .No me considero idealista, mucho menos, ideal. Y sé que tú no lo has pensado, tengo la manía de aclarar las cosas que no importan. Aquella revuelta me dejó llorando de la risa, o pudo haber sido el gas lacrimógeno. El rollo es que moría a carcajadas cuando entré llorando a mi pensión, la casera iba a reprochar algo pero terminó riéndose conmigo antes de que abriera la puerta de mi habitación.