martes, 5 de febrero de 2008

IV

Capítulo IV

Guillermo decidió dejar de escribir cuando el grupo infantilista cambió la sede de su taller de poesía sin avisarle. En ese entonces los talleres de poesía con poetas habían desaparecido de Guadalajara y el único que se reunía esporádicamente era el de los infantilistas y al que sólo podías acudir si eras invitado por alguno de sus dos fundadores. Guillermo dejó de ser invitado a partir del día en que llegó bajo el efecto de un ácido mal cocido y le rompió la nariz a Pablo Nihl, uno de los dos fundadores, segundos después de que éste terminó de leer el cuasimanifiesto del seudomovimiento. Guillermo era el único del grupo que estudiaba literatura en una universidad privada y de los pocos que no veían el desarrollo artístico como una forma de rebelión social o de protesta política. Él llegó a los 19 años a esta ciudad con ganas de huída y de utilizar la fortuna de su casa antes de que fuera luego. Su familia tenía haciendas en el sur del país y se le relacionaba con el narcotráfico en casi todos los noticiarios del país. El único hijo varón de la familia Loreto Vaisa ocupó salir de Oaxaca tres días después de que su primo Francisco fue asesinado en el bar del Hotel Misión por un grupo de ex-agentes federales. Guillermo piensa que hablar de "ex" es como hablar de hubieras... pero al contrario.

viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo III (de VIII)

Capítulo III

Este relato sucede, eso es todo lo que puedo decir, la necesidad de orden se destruye como los coquitos de Juan, como las jeringas del abuelo y el vino en tetrapack de mi hermana favorita. Existen espacios de la vida que parecen leídos con los dedos de los pies.

Lorena llegó al bar de los viernes media hora antes que la generación olvidada. Igual no hay mucho que hacer los viernes cuando eres estudiante de letras, sobre todo cuando llevas tres meses sin ir a visitar a tu familia y tu novio te acaba de dejar porque considera que tu fiesta es irresponsable y desconsiderada. Aquí los fines de semana empiezan en miércoles y no terminan en lunes necesariamente. El bar estaba vacío y Lorena caminó hasta la barra sintiendo las miradas de los meseros en su minifalda o en lo que dejaba ver su minifalda. Le gustaba saber que a sus veintitrés años podía salir de ese bar acompañada de quien ella quisiera. Llegó a la barra –no hay nada más sexy que una mujer en mini falda sentada en esas sillas altas del otro lado de una barra, bueno, talvez seria más sexy la misma mujer en el mismo lugar pero con un vaso de vodka con jugo de arándano- Saludó al barman y pidió una cerveza León, un salero y la mitad de un limón. En la rockola sonaba el final del séptimo minuto de Shine on you crazy diamond, - esa es una de las canciones que escuchas tanto que te aprendes por tiempo. De esas canciones con las que detienes la copa con la mano apoyada en tu rodilla izquierda mientras suenan las guitarras, no es tan fácil pasar 13 minutos sin tomar, aunque claro la canción termina invariablemente con un trago que acaba con todo lo que queda en le vaso- Lorena no había escuchado a Pink Floyd hasta que conoció a Guillermo.