viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo III (de VIII)

Capítulo III

Este relato sucede, eso es todo lo que puedo decir, la necesidad de orden se destruye como los coquitos de Juan, como las jeringas del abuelo y el vino en tetrapack de mi hermana favorita. Existen espacios de la vida que parecen leídos con los dedos de los pies.

Lorena llegó al bar de los viernes media hora antes que la generación olvidada. Igual no hay mucho que hacer los viernes cuando eres estudiante de letras, sobre todo cuando llevas tres meses sin ir a visitar a tu familia y tu novio te acaba de dejar porque considera que tu fiesta es irresponsable y desconsiderada. Aquí los fines de semana empiezan en miércoles y no terminan en lunes necesariamente. El bar estaba vacío y Lorena caminó hasta la barra sintiendo las miradas de los meseros en su minifalda o en lo que dejaba ver su minifalda. Le gustaba saber que a sus veintitrés años podía salir de ese bar acompañada de quien ella quisiera. Llegó a la barra –no hay nada más sexy que una mujer en mini falda sentada en esas sillas altas del otro lado de una barra, bueno, talvez seria más sexy la misma mujer en el mismo lugar pero con un vaso de vodka con jugo de arándano- Saludó al barman y pidió una cerveza León, un salero y la mitad de un limón. En la rockola sonaba el final del séptimo minuto de Shine on you crazy diamond, - esa es una de las canciones que escuchas tanto que te aprendes por tiempo. De esas canciones con las que detienes la copa con la mano apoyada en tu rodilla izquierda mientras suenan las guitarras, no es tan fácil pasar 13 minutos sin tomar, aunque claro la canción termina invariablemente con un trago que acaba con todo lo que queda en le vaso- Lorena no había escuchado a Pink Floyd hasta que conoció a Guillermo.

1 comentario:

hada asesina dijo...

ni kreas q matas 2 pajaros d un tiro