miércoles, 26 de diciembre de 2007

1. relato

Acá los poemas salen de una pared para estrellarse en otra, literal; y yo me caigo a carcajadas mientras mi hermano cierra los ojos porque él es genio y por supuesto odia la poesía. En los días, que terminan muy poco después de que empezaron, se camina cerca del puerto esperando que algo suceda, que regresen los rusos, que alguien nos haga el favor de llamarnos a la guerra. Por la tarde la gente se vuelve y yo me quedo dando vueltas por los muelles sin pensar en que se me congelan los ojos. Supongo que al final nos fascina tener el camino libre, la escapatoria justo enfrente, algo que nos salve de la sensación de encierro. Ayer mientras caminaba recordé a Mutis y su San Petersburgo desde las tardes claras de Helsinki -no puedo decir “caí de nuevo” porque las tardes no han sido muy claras aquí-, lo recordé a un grado centígrado -que yo siento como menos siete, aunque claro, yo nunca he estado a menos nada-, con este dolor en la nariz por el que hay veces en las que olvido mis manos... mis orejas, me olvido, hasta que mi hermano me busca y mi cuñada pregunta que si todavía siento la cara. El frío mata, más cuando las vacaciones y el socialismo de derecha recortan los cafés y apagan el alcohol.

Y a los fineses les parece curiosa mi apariencia, hasta yo me río de mí pues parece que voy a viajar a los Alpes en cualquier momento, que me adentraré en La Gruta del Toscano aunque los infiernos de Dante nunca me hayan interesado. Se ríen porque visten de negro, como tú antes de salir del piso, y a mí se me perdió la primavera queretana y soy un extravío de colores. Más aseguro mi regreso gris en cualquier barco que me vuelva pronto.

sartén es sartén...

Apareciste cuando yo hablaba de tus ojos negros, de aquellas manecillas imposibles entre tu sueño y mi descanso obligado, hablaba y de pronto tuve que decir que soy mexicano por ser algo aunque la frase la haya hurtado de su teatro, de su payaso que tanto quiero, lo dije al tiempo que ella gritaba que no he dejado de ser el mismo enamorado. Entonces tú te despediste y yo me tuve que atragantar los brazos. Entrar a mi inquisición paulatina.
Hada me preguntó si quería ser escritor después de que ustedes salieron del piso; creo que fue la única pregunta que hizo sin sonreírse; la única que me lanzó sin voltear a verme a los ojos; fue justo después de que se terminaron las cervezas, las cervezas del cuarto día sin descanso. Ella leía escribiendo; yo no contesté nada aunque me vi en mil cafés intentando robarle relatos exiliados a tu ciudad, arrancándole los versos que matan mientras yo me bebía los dedos. Así llegaron todos los relatos, así descubrí que mis historias concluyen en salas de espera con tu cumpleaños infinito; que suceden con nuevas palabras de tu perfil en el temblor de mis manos madrileñas.

lunes, 17 de diciembre de 2007

primero

Esta historia no empieza en el aeropuerto internacional de la ciudad de México, antes pensaba que los aeropuertos eran mi lugar favorito, después dejó de interesarme la gente, después apareciste tú con tu piel de frío en mitad del verano.

viaje...

Tengo dos confirmaciones de vuelo y hambre de manos. Infancia tardía resultado de atardeceres constantes... viajes imaginarios. Ahora queda atravesar la capital con los mismos libros leídos tantas veces. Releer es pasatiempo intelectual e imbécil, contrario a sólo seguir leyendo.