sábado, 23 de enero de 2010

df

Empecé a manejar a las 9 de la mañana siguiendo la línea del trolebus. En realidad lo que buscaba era un starbucks para poder sentarme en un lugar intermitente durante algunas horas a esperarla. Nada, al parecer la línea del trolebus va en inconfundible opuesto con las franquicias. En ese momento no tenía prisa, ni ganas, ni sentido... lo interesante viene después: llegué al café a 3 horas de haber salido de la universidad y con 1 hora de retraso para pasar por ella. No había mucho más que hacer, el café de día debe de tomarse sentado viendo la tormenta de la calle y después de haberte quemado la lengua al menos tres veces. Igual ¿qué prisa?, nada... al parecer la línea de mi vida va en inconfundible opuesto a la felicidad.

Ahora estoy perdido en esta ciudad de monstruos con pocas ganas de encontrarme y muchas de regresar el tiempo a los noventas. Nada podía pasarnos hace 20, nada que nos tuviera consternados.

martes, 19 de enero de 2010

igual que diario

-Hermanito, he dejado de reconocer las ciudades misteriosas. Ahora se me complica tanto caminar por cualquier calle, ¡tanto como nunca!, y tú más que yo sabes que no han pasado tantos tragos desde esos días en que nos podíamos esconder por semanas con la gente... refugiar el sueño en algún departamento de mujer poesía.
-Otra de tus angustias de adolescente acabado.. mmm, ¿cómo te decía ella?
-Sabe... ¿ella quién?
-¡Sí!, erán tus crisis y mis niñerías, algo así...
-No es igual. Ahora las ciudades me rompen las rodillas.
-Güey, llevas diez años con las rodillas rotas y no me vengas con eso de la edad y los güisquis, los dos podemos recitar el discurso de los diecitantos por días... y aquí entre nos, ya ni pa' ligar sirve.
-Ya sé, pero no, no es eso... son más los abandonos que los años de yeso literario... y mi hija.
-¿Y su novela?
-Igual
-¿Igual, igual?, la última vez que pregunté la estabas empezando...
-Igual, lo mismo.