sábado, 23 de enero de 2010

df

Empecé a manejar a las 9 de la mañana siguiendo la línea del trolebus. En realidad lo que buscaba era un starbucks para poder sentarme en un lugar intermitente durante algunas horas a esperarla. Nada, al parecer la línea del trolebus va en inconfundible opuesto con las franquicias. En ese momento no tenía prisa, ni ganas, ni sentido... lo interesante viene después: llegué al café a 3 horas de haber salido de la universidad y con 1 hora de retraso para pasar por ella. No había mucho más que hacer, el café de día debe de tomarse sentado viendo la tormenta de la calle y después de haberte quemado la lengua al menos tres veces. Igual ¿qué prisa?, nada... al parecer la línea de mi vida va en inconfundible opuesto a la felicidad.

Ahora estoy perdido en esta ciudad de monstruos con pocas ganas de encontrarme y muchas de regresar el tiempo a los noventas. Nada podía pasarnos hace 20, nada que nos tuviera consternados.

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