domingo, 27 de enero de 2008

check out

Andrés llegó a llorar a México. Lloró como se llora cuando se llora: desconsoladamente, a moco tendido, sin berridos, con lágrimas interminables... no gota por gota. No hay nada más llamativo que un señor en suspiros, es como un animal exótico. Andrés lloraba sentado en el suelo apoyando la espalda en la pared y con la cabeza sobre las rodillas. Tenía que pasar por aduana, sus maletas no llegaron pero no era por eso por lo que lloraba, sus maletas nunca llegan de todas formas. Él está preparado para que si algo puede salir mal, salga. No es fatalismo, es costumbre. Salió de Londres hacía doce horas y antes voló de Madrid... la angustia es trasatlántica. Andrés piensa que es impresionante como la gente puede enviciarse con las salas de espera y del extraño sentimiento que te deja cualquier vuelo de más de 4 horas. Claro que se cayó cuando corría en el aeropuerto de Londres para alcanzar el vuelo con destino a México. Se cayó en las escaleras.
Cuando llegó intentó hablar con hada, pero parece que los mensajes telepáticos se confunden con la lista de llamadas internacionales. Ahí fue cuando empezó a llorar, pero tampoco lloraba por la soledad informativa, era la maldita espiral en la boca del estómago, la idea de no saber qué carajo está haciendo con sus años, que los mejores pretextos se le escapan. Llora porque llegó a su país y media hora después lo único que quiere es correr, cruzar otra frontera y empezar de nuevo. Siempre dijo que no sabía porque estaba jugando a niño de mundo si a él le encantaba ser niño de pueblo. Aunque quedan pocos niños de 24 años, eso es de dominio público.

1 comentario:

hada asesina dijo...

a mi me encanta ver a los señores llorar. sobretodo si se abrazan a sus rodillas