Me senté, Don Jesús me acercó el plato de cacahuates que nunca he probado y un vaso repleto de hielos. “Ahora sí. ¿Qué te voy a servir, Pancho?”, casi nunca contesto esa pregunta, generalmente saludo y después él va por una botella de güisqui y la deja de su lado de la barra pero frente a mí, “de todas maneras no tiene caso que perdamos el tiempo en regresar por ella, ¿o sí?" Silencio.
El bar era el mismo pero al intrusa poeta me empezaba a intrigar, yo escuchaba su voz, la plática de las dos mesas detrás de mí y el tono oaxaqueño en la mesa de billar... pasaron dos vasos sin que escuchara a algún acompañante. No sé, podían ser muchas cosas pero después de veinte minutos notabas que ella no leía para nadie, sobre todo porque repetía versos aislados subiendo el tono, o susurraba la última palabra de casi todos los poemas. Terminé por volverme para buscar sus labios-poesía. Seguía sola, el libro frente a ella sostenido por las dos manos; no tomaba, eso seguro, el vaso sobre la mesa había extraviado los hielos a manos de la temperatura nocturna. Me terminé el güisqui y esperé a que Don Jesús me sirviera el siguiente (parece que ese trago fue le tercer verso del primer cuarteto... soneto ineludible), lo levanté y empecé a caminar hacía su mesa.
Dos días después supe que el poema que ella leía cuando me acerqué a su mesa era Bienvenida, hay días en que la vida te patea la espinilla de una manera divertida.
-... yo nostalgio, tú nostalgias y cómo me revienta que....
sigue..
1 comentario:
seguí
zombie!
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