miércoles, 30 de julio de 2008

hermanitos

:Margarita...

Y te imagino inevitable... todo el camino del trabajo a la casa con el retrato de tu cocina sucia y el maldito polvo que pudo caer en la mesa del comedor llamándote en los ojos. Sabes que no será mucho, ¿cuánto polvo puede caer durante 5 horas en un departamento que está cerrado hasta que tú regresas a limpiarlo? Te supongo en el tráfico de Patria (aunque sé que seguramente tú te vas por Tepeyac) pensando por dónde empezar a limpiar y cómo vas a acomodar la mesa para comer sola mientras Waters te intenta sacar al infinito. Igual reconozco que los trayectos siempre son más rápidos cuando no se piensa que se va, y sólo se piensa que se piensa.
Estacionas el coche entre el boceto de tres carros alegóricos que seguirán esperando al mariachi perfecto (ese que robamos de woodstock) y todo pasa exactamente igual que en la película que terminó en tu cabeza al momento en que abriste la puerta del carro (es probable que los colores hayan cambiado un poco, esa imaginación siempre a funcionado en colores retro).
Limpias con Bunbury, aunque tu rostro alimenta una sonrisa triste. No te explicas por qué ese hueco en las manos si sabes que él va a llamar... que él va a llegar, pero ¿y si no? ¿qué pasará con la tarde si mi hermanito favorito no llamara?. Cancelas la cabeza subiendo el volumen..."No conozco a nadie, que mienta como tú...” y te sirves otra copa de vino antes de empezar a comer. Entiendo, tomar solo, sólo está permitido cuando uno come (regla nuestra), aunque esa es la segunda copa antes de sentarte.
Ya limpiaste, cocinaste, comiste y volviste a limpiar... son las seis de la tarde, suena el celular (en esta historia va a sonar con la misma canción que te despierta). Apagas Bunbury, no quieres que él escuche porque seguro se va a querer ir de fiesta, así somos nosotros, nada nos domina tanto como una canción viciosa.

-sigue, regreso contigo.

1 comentario:

Margott dijo...

...con tanta disciplina, precisión y sinceridad.