martes, 29 de julio de 2008

Carta 1. de aquí para allá

Ayer encontré tu carta en el buzón pero no pude leerla de inmediato, nunca me ha gustado esa obsesión tuya de llenar el sobre de timbres gastados como para presumirme que yo nunca podré competir con tu correspondencia; por eso la dejé junto con los envases de cerveza hasta hace dos minutos. Me atreví a levantarla hoy que ya estoy más tranquilo porque otra vez empezó a llover tierra.
Acá todo es muy distinto, acá no hay mar y las mujeres ríen demasiado. Cosas que me han ayudado a no pensar tanto en ti, bueno eso y la lluvia. Hace unos días que sí he pensado en ti, pero más porque no he podido estar con alguien desde hace tres semanas; el trabajo y los años... algo sabrás, y los días en que trato de pensarme con nadie para pasar las noches de insomnio apareces tú. Talvez por que eres la única mujer que... olvídalo.
Me gustaría saber si allá el tiempo sigue pasando igual de rápido. En cuanto salí de ahí sentí una especie de pausa, acá todos los meses son lentos menos octubre, octubre pasa encabronado. Aunque sí, sigo pensando en morir un otoño, pero soy cobarde.
Te cuento algo de mí: quisiera ver un cuadro tuyo.
Saludos,

Santiago
pd. No estoy muy seguro de poder seguir contestando... tiemblo de más, aunque confieso que tuve un momento irremediable cuando te leía.

miércoles, 23 de julio de 2008

pphfff... (como cuando ronco)

Decidí volver a Emilia cuando ella ya no estaba. Un sábado a las tres de la mañana que salí del departamento de Rodrigo después de mandar a la mierda a todos mis amigos de la infancia. Supongo que el día que terminas por lanzarte al carajo debe ser en madrugada, sobre todo pasada una noche de las discusiones serias, de esos asinceramientos impensables de las personas que admiras: que Emilia no iba a regresar, que no puedes seguir fascinado con naderías y vueltas de tuerca, que las únicas coincidencias vienen de hacer y las desgracias siempre de la espera... que pasan los años y todos se alejan mientras tú retrocedes... y no porque tú retrocedas.
Entonces le alquilé el departamento a mi exnovia; le escribí la última novela a mi hija, eso era algo que tenía que hacer antes de regresar a la adolescencia de mis treinta y tantos; dejé con Pancho los pocos libros que nunca dejo; me corté el pelo y afeité la misma sombra de barba que tenía a los veinte, esa donde se hospedaban las pelusas de mis noches de poesía en tu Madrid de teatro -y cuando hablo de ti, no es de Emilia... ti y Emilia dejaron de ser la misma persona desde la publicación de mi Novela de Paso. Ti son todas, pero sobre todo tú-; todo llorando porque los amigos se lloran, más cuando todos quieren verte mejor menos tú mismo, en eso pasó una semana. (supongo que debería de empezar de nuevo y escribir que decidí volver a Emilia cuando ella ya no estaba. Una semana después de un sábado...)

sábado, 5 de julio de 2008

miento

Empiezo a dudar que sea el mundo quien conspira, lo único seguro es la espiral en los huesos y el temblor en todas mis manos (más en la izquierda). Ayer regresé a mi departamento atrapado con el casi-llanto del norte (acá sólo llueve polvo), después de una plática inalámbrica con Carlos. Claro que ya no hablamos de deicidiarios, ni de Elena, ni de lo que a mí me hace falta o de los sueños de ambos. Hablamos de nada por miedo de gente adulta y seguimos extraviados en busca de poesía. Fue un diálogo precipitado donde él aseguró haber encontrado su escape a la hipersensibilidad; yo sigo en eso, aunque coincidimos en que mi extravío tiene que ver con copas y que estamos perdidamente apasionados de tristeza, más yo. Así, me pierdo con millas y puntos que me alejan del ecuador en esta pausa literaria donde alimento personajes asesinos míos, enamorados de ti. -en espera del momento dramático-

martes, 5 de febrero de 2008

IV

Capítulo IV

Guillermo decidió dejar de escribir cuando el grupo infantilista cambió la sede de su taller de poesía sin avisarle. En ese entonces los talleres de poesía con poetas habían desaparecido de Guadalajara y el único que se reunía esporádicamente era el de los infantilistas y al que sólo podías acudir si eras invitado por alguno de sus dos fundadores. Guillermo dejó de ser invitado a partir del día en que llegó bajo el efecto de un ácido mal cocido y le rompió la nariz a Pablo Nihl, uno de los dos fundadores, segundos después de que éste terminó de leer el cuasimanifiesto del seudomovimiento. Guillermo era el único del grupo que estudiaba literatura en una universidad privada y de los pocos que no veían el desarrollo artístico como una forma de rebelión social o de protesta política. Él llegó a los 19 años a esta ciudad con ganas de huída y de utilizar la fortuna de su casa antes de que fuera luego. Su familia tenía haciendas en el sur del país y se le relacionaba con el narcotráfico en casi todos los noticiarios del país. El único hijo varón de la familia Loreto Vaisa ocupó salir de Oaxaca tres días después de que su primo Francisco fue asesinado en el bar del Hotel Misión por un grupo de ex-agentes federales. Guillermo piensa que hablar de "ex" es como hablar de hubieras... pero al contrario.

viernes, 1 de febrero de 2008

Capítulo III (de VIII)

Capítulo III

Este relato sucede, eso es todo lo que puedo decir, la necesidad de orden se destruye como los coquitos de Juan, como las jeringas del abuelo y el vino en tetrapack de mi hermana favorita. Existen espacios de la vida que parecen leídos con los dedos de los pies.

Lorena llegó al bar de los viernes media hora antes que la generación olvidada. Igual no hay mucho que hacer los viernes cuando eres estudiante de letras, sobre todo cuando llevas tres meses sin ir a visitar a tu familia y tu novio te acaba de dejar porque considera que tu fiesta es irresponsable y desconsiderada. Aquí los fines de semana empiezan en miércoles y no terminan en lunes necesariamente. El bar estaba vacío y Lorena caminó hasta la barra sintiendo las miradas de los meseros en su minifalda o en lo que dejaba ver su minifalda. Le gustaba saber que a sus veintitrés años podía salir de ese bar acompañada de quien ella quisiera. Llegó a la barra –no hay nada más sexy que una mujer en mini falda sentada en esas sillas altas del otro lado de una barra, bueno, talvez seria más sexy la misma mujer en el mismo lugar pero con un vaso de vodka con jugo de arándano- Saludó al barman y pidió una cerveza León, un salero y la mitad de un limón. En la rockola sonaba el final del séptimo minuto de Shine on you crazy diamond, - esa es una de las canciones que escuchas tanto que te aprendes por tiempo. De esas canciones con las que detienes la copa con la mano apoyada en tu rodilla izquierda mientras suenan las guitarras, no es tan fácil pasar 13 minutos sin tomar, aunque claro la canción termina invariablemente con un trago que acaba con todo lo que queda en le vaso- Lorena no había escuchado a Pink Floyd hasta que conoció a Guillermo.

martes, 29 de enero de 2008

confeti

Suena el teléfono en casa de Sofía, ella está sentada pensando en blanco y negro (hace tiempo que le dio por quitarle los colores a sus recuerdos) mientras fuma el último Marlboro de la cajetilla. Él en una cabina telefónica a mitad de un día soleado de enero, temblaba antes de marcar el número, ahora tiembla después de cada sonido intermitente que sale de la bocina. Sofía no se levanta aunque sabe que le hablan a ella. Contesta la niña que les ayuda en la casa.
-Bueno
-Eh, sí...
-Espera, ahora te la paso
-Pero... (Andrés trata de escuchar algo, algo que venga del otro lado del teléfono pero el sonido del tráfico en la calle no lo deja)
-Sí, Andrés... qué haces, ¿dónde estás?... qué gusto me da escucharte...
-No he dicho nada...
-Lucía te reconoció luego-luego...
-Claro
-¿Estás aquí?
-Sí...
¿Cómo andas?
-Igual, a veces pienso que me quedé estancado en los diecisiete. Quiero verte, ¿cómo estás?
-Bien, muy bien. Como que me regresó la contenticidad. Es bien raro como pueden cambiar las cosas de un día para otro, ¿no crees?
-...
-¿En qué piensas?
-En tus nuevas palabras
-Te las regalo
-Ya sé, a veces pienso que es lo único que me queda... esperarte como esperaba los regalos en mi cumpleaños.
-Eso es bueno, supongo.
-Contestas muy rápido, imagino que estás saliendo con alguien. Regresemos a tus palabras.
-No entiendo, yo sólo digo que puedes utilizar mis palabras cuando quieras.
-Gracias.
-¿Qué te pasa?
-No quiero decir “no sé”, mi psicóloga dice que todo lo contesto con eso... supongo que es una forma de evadirme.
-¿Evadir la realidad?
-No, a mí. Hace tiempo que la realidad me tiene sin cuidado.
-¿Por qué?
-No sé.

domingo, 27 de enero de 2008

check out

Andrés llegó a llorar a México. Lloró como se llora cuando se llora: desconsoladamente, a moco tendido, sin berridos, con lágrimas interminables... no gota por gota. No hay nada más llamativo que un señor en suspiros, es como un animal exótico. Andrés lloraba sentado en el suelo apoyando la espalda en la pared y con la cabeza sobre las rodillas. Tenía que pasar por aduana, sus maletas no llegaron pero no era por eso por lo que lloraba, sus maletas nunca llegan de todas formas. Él está preparado para que si algo puede salir mal, salga. No es fatalismo, es costumbre. Salió de Londres hacía doce horas y antes voló de Madrid... la angustia es trasatlántica. Andrés piensa que es impresionante como la gente puede enviciarse con las salas de espera y del extraño sentimiento que te deja cualquier vuelo de más de 4 horas. Claro que se cayó cuando corría en el aeropuerto de Londres para alcanzar el vuelo con destino a México. Se cayó en las escaleras.
Cuando llegó intentó hablar con hada, pero parece que los mensajes telepáticos se confunden con la lista de llamadas internacionales. Ahí fue cuando empezó a llorar, pero tampoco lloraba por la soledad informativa, era la maldita espiral en la boca del estómago, la idea de no saber qué carajo está haciendo con sus años, que los mejores pretextos se le escapan. Llora porque llegó a su país y media hora después lo único que quiere es correr, cruzar otra frontera y empezar de nuevo. Siempre dijo que no sabía porque estaba jugando a niño de mundo si a él le encantaba ser niño de pueblo. Aunque quedan pocos niños de 24 años, eso es de dominio público.

miércoles, 16 de enero de 2008

trayecto

Ahora la novela de paso viaja en tren, dos horas y medio de letras-trayecto entre Madrid y Salamanca. He dejado los puertos hace semanas pero sigue la inexplicable necesidad de tener una ruta de escape, la salida a menos de cuatro pasos. Es como cuando despiertas de un sueño perturbador, de la pesadilla que nos atormenta en las noches, no encuentro nada más oportuno. A todos nos gusta esperar al momento exacto, aguantar hasta el umbral de la angustia. Entonces jalamos una bocanada desesperada y brincamos de la cama exaltados a instantes de lanzarnos al vacío, a tres centímetros destrozarnos las piernas, a segundos de morir ahogados, a un impulso de dispararle a nuestro viejo entre los ojos. Así se completan los relatos caminando por los muelles o esperando el último tren en la estación, armamos las situaciones en busca del momento en el que habremos de arrepentirnos, pero no se puede regresar a los quince, eso seguro. Los trayectos se van haciendo tristes por lo nostálgico de nuestra generación. Y todos comentemos errores, el problema es que a mí se me escapan de los ojos. Viene un personaje diferente.

martes, 8 de enero de 2008

enviciación en toledo

Hada descubrió un nuevo personaje, uno de mí. Uno que yo no he escrito ni escribiré nunca. Supongo que los días nos atrapan y ya no hay nada que pueda ocultarle a sus alas nocturnas en mis mañanas de resaca. Despertamos hermanos y yo me aferro a sus diarios aunque evito leerlos, todo es el miedo al fracaso ¿pero se puede fracasar sino sabes lo que quieres? Y yo quiero quedarme porque me asusta el debo de mi vida, la espectativa queretana entre mis ojos, las situaciones constantes, lo que me toca. Y quiero irme porque me asusta el quiero. No soy niño de decisiones porque las pocas que he tomado firmemente han salido mal. Mal por decir algo, por no decir que desalieron.
Y ahora escribo un diario con tu nombre aunque a veces parezcas tú... Y van cinco días sin tocar la novela de paso porque me tiemblan los dedos. A saber, los dedos tiemblan generalmente cuando tiembla todo el cuerpo. Me encantaría saber que no hago daño, que no soy yo del que se tiene que cuidar la gente sino al contrario... me gustaría escuchar al viejo desocupado por la tarde. Tengo que hablar con mis hermanas en México, quitarles la impresión de este tango español.

martes, 1 de enero de 2008

2do.

Me gusta la imagen de cualquier posible juego con las letras de tu nombre. Eso lo descubrí mientras te buscaba en las páginas del décimo tercer capítulo de mi novela de paso, todo durante un crucero de Helsinki a Estocolmo donde te imaginé antes de apostar todo en las cervezas del casino. Yo no juego, aunque claro que me gusta Dostoyevski, y por supuesto que perdí. Nunca pensé que fuera a decir que prefiero tierra firme, el efecto tierra firme, las borracheras tierra firme. No pensé que lo fuera a decir sintiéndome un pirata diletante. Y sigo de puertos, aunque lo que yo necesito es irme de marcha. Aquel día lo único que esperaba era llegar a Estocolmo para matarme la resaca con otra cerveza o con una barbacoa de hoyo aunque alguna vez me dijeron que eso no sirve de nada, mucho menos en el viejo mundo; desembarqué y caminé las calles de otro puerto pensando en el estilo Tesistán sin encontrar nada y tuve que destrozarme los mareos retrasados del Báltico con tragos de Heineken. De todas maneras la resaca resultó incurable y no me quedó más que caminar divertido, hablando con hada hacia cualquier parte del mundo, pensando en que yo te conocí un día-festejo que inventó Carroll.

Recorrí la ciudad siguiendo las torres de las iglesias durante 3 horas, cuando por fin encontré la oficina de turismo resultó que los mapas de la ciudad estaban agotados pero que me podían dar un folleto con las direcciones de los mejores restaurantes de la ciudad, a lo que contesté sonriendo que “no, muchas gracias... por mí que se la engrapen” –las maravillas del español sin terminas las frases guiñando un ojo-. Tengo que confesar que nunca he sido orientado y ahora veo fotos de una iglesia a horas distintas y claro que la iglesia no es la misma... por eso no me quejo de nada. Un viaje diferente, mis manos no dejaron de temblar en todo el día y yo paseaba como Jesús debió de haber caminado cuando se atrevió a caminar "sobre las aguas".

Ahora, en un nuevo puerto, estoy contando los labios que llevo en el movil, desesperando el año nuevo dos días antes. ¿Sabes que las bancas han dejado de utilizarse en los países primer mundistas?, aquí dicen que es por el invierno.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

1. relato

Acá los poemas salen de una pared para estrellarse en otra, literal; y yo me caigo a carcajadas mientras mi hermano cierra los ojos porque él es genio y por supuesto odia la poesía. En los días, que terminan muy poco después de que empezaron, se camina cerca del puerto esperando que algo suceda, que regresen los rusos, que alguien nos haga el favor de llamarnos a la guerra. Por la tarde la gente se vuelve y yo me quedo dando vueltas por los muelles sin pensar en que se me congelan los ojos. Supongo que al final nos fascina tener el camino libre, la escapatoria justo enfrente, algo que nos salve de la sensación de encierro. Ayer mientras caminaba recordé a Mutis y su San Petersburgo desde las tardes claras de Helsinki -no puedo decir “caí de nuevo” porque las tardes no han sido muy claras aquí-, lo recordé a un grado centígrado -que yo siento como menos siete, aunque claro, yo nunca he estado a menos nada-, con este dolor en la nariz por el que hay veces en las que olvido mis manos... mis orejas, me olvido, hasta que mi hermano me busca y mi cuñada pregunta que si todavía siento la cara. El frío mata, más cuando las vacaciones y el socialismo de derecha recortan los cafés y apagan el alcohol.

Y a los fineses les parece curiosa mi apariencia, hasta yo me río de mí pues parece que voy a viajar a los Alpes en cualquier momento, que me adentraré en La Gruta del Toscano aunque los infiernos de Dante nunca me hayan interesado. Se ríen porque visten de negro, como tú antes de salir del piso, y a mí se me perdió la primavera queretana y soy un extravío de colores. Más aseguro mi regreso gris en cualquier barco que me vuelva pronto.

sartén es sartén...

Apareciste cuando yo hablaba de tus ojos negros, de aquellas manecillas imposibles entre tu sueño y mi descanso obligado, hablaba y de pronto tuve que decir que soy mexicano por ser algo aunque la frase la haya hurtado de su teatro, de su payaso que tanto quiero, lo dije al tiempo que ella gritaba que no he dejado de ser el mismo enamorado. Entonces tú te despediste y yo me tuve que atragantar los brazos. Entrar a mi inquisición paulatina.
Hada me preguntó si quería ser escritor después de que ustedes salieron del piso; creo que fue la única pregunta que hizo sin sonreírse; la única que me lanzó sin voltear a verme a los ojos; fue justo después de que se terminaron las cervezas, las cervezas del cuarto día sin descanso. Ella leía escribiendo; yo no contesté nada aunque me vi en mil cafés intentando robarle relatos exiliados a tu ciudad, arrancándole los versos que matan mientras yo me bebía los dedos. Así llegaron todos los relatos, así descubrí que mis historias concluyen en salas de espera con tu cumpleaños infinito; que suceden con nuevas palabras de tu perfil en el temblor de mis manos madrileñas.

lunes, 17 de diciembre de 2007

primero

Esta historia no empieza en el aeropuerto internacional de la ciudad de México, antes pensaba que los aeropuertos eran mi lugar favorito, después dejó de interesarme la gente, después apareciste tú con tu piel de frío en mitad del verano.

viaje...

Tengo dos confirmaciones de vuelo y hambre de manos. Infancia tardía resultado de atardeceres constantes... viajes imaginarios. Ahora queda atravesar la capital con los mismos libros leídos tantas veces. Releer es pasatiempo intelectual e imbécil, contrario a sólo seguir leyendo.

viernes, 9 de noviembre de 2007

4/4 +2

Por fin la encuentras sentada en la mesa escondida del café, leyendo Cortázar, su posición sugiere Cortázar: la frente sobre su mano derecha... la izquierda al centro del libro. A ti te gusta que lea mientras tú lees entre sus piernas de otoño. En eso estás –en sus piernas de otoño- cuando escuchas a alguien que grita tu nombre. Te detienes esperando que sea un error, el efecto de las cervezas y la calle a reventar. Volteas a todos lados, cuando vuelves aparece el “hombre-teatro”, nunca pudiste aprenderte su nombre pero dirige un taller de poesía al que tú asistías. Dos preguntas, que cómo van tus cuentos y el infantilismo, que si sigues creyendo que la poesía-poesía es imposible y que aparece como cuento-poesía. –Sí, todo salvo Enrique Lihn, pues No hubo dolor en el momento justo... tienes prisa y a él le desagrada el olor a cerveza, tu cerveza: un poeta inalterable, es repugnante. Volteas, ella sigue en el mismo lugar. Ahora caminas para cruzar la calle. Sus ojos en la página diecisiete aunque sospechas que de alguna manera te viene siguiendo desde hace mucho.
-¿Qué tal? – susurras cuando se levanta y te besa.
-vienes tarde...
-sí, ¿nos vamos?, esta mochila me está matando y necesito acostarme contigo.
-¿ahora?
-tú ¿quieres? –volteas a verla a los ojos.
-no
-puedo leerte algo –te tiemblan las manos, te sientas y sacas un papel arrugado de la mochila.
-si es Emilia, me marcho
-no, ahora no
-dámelo, quiero leerlo yo
-pero no vayas a gritar...
-prometo.

viernes, 2 de noviembre de 2007

2/4 del 2°

Hay que hacer caso "no hay tiempo para todo", pero la maldita sensación de rutina viene a reventar las cosas. Sales sólo para volver a entrar. Lo rescatable es que el departamento de Rodrigo está a dos cuadras de la estación y que se acabaron las cervezas, claro, sino seguirías con ellos. Ahora al metro y tú con dos seises encima y tres posibles excusas para tu retraso. La gente te voltea a ver como si llevaras una bomba en la mochila verde, aunque podría ser el olor a alcohol. Disculpe, disculpe... permiso, ¡no debes alejarte mucho de las puertas!, salir sería imposible. ¿Por qué siempre se citan a horas pico? Suerte que traes zapatillas, correr se complica demasiado con los carajos mocasines. ¿Seguirá esperando?, prometió que la próxima vez que llegaras tarde se iría y no volverías a saber de ella; y tú con la mejor historia de todas. Entiendes que estás haciendo un cagadero con la literatura queretana y te encanta. Bajas la mano para tocar la mochila verde, ahí sigue, sonríes... cómo pesan las hojas después de escribir. ¡Tienes que llegar, es el mejor cuento de todos y no hay rastros de Emilia! Logras salir del metro, subes las escaleras. Ahí sigue el McDonals, menos mal que nos invaden las franquicias -piensas-, ahora es mucho más fácil dar las direcciones. Corres hacia las mesas del café de enfrente. Tú eres de los que espera, ella no, ¿recuerdas? Tiene que estar ahí, no leerías eso a nadie más.

jueves, 20 de septiembre de 2007

5/6 (3 acá)

Eramos dos adultos aniñados sentados afuera de la cortina de la tiendita donde compraste tus chips chipotle. Yo trataba de recuperar mi aliento con la mano izquierda sobre tu rodilla, tú comías y me hacías comer; aunque también comía para llenar el vacío en mis pulmones. La calle abandonada entre las explosiones, las sirenas de las patrullas nos rodeaban y el cielo empezaba a nublarse; por un momento imaginé que sería un día perfecto: güisqui, revolución, converses, tu rodilla y los chips chipotle.

- Diez meses siguiendo algo que no se qué sea. Es para reírse. - dije distraído, como si alguien me lo susurrara desde el otro lado del mundo.

Entonces me levanté y te ayudé a pararte. En tu boca quedaban migajas de chips, vi tus labios rojos como tus mejillas, tal vez fue por tu miedo o porque así eran. Te besé a un lado de la nariz respondiendo tu pregunta sobre la república, después pasé mi brazo por encima de tus hombros preparandote para caminar como camaradas. En ese momento apareció la guardia civil por la esquina donde habíamos doblado hace apenas unos minutos. Yo me paralicé mientras tú empezaste a caminar hacia ellos con la bolsa de chips volteada sobre tu boca consiguiendo que cayeran los últimos pedazos que se escondían en el fondo.

Caminé. Nos acercamos, cinco de ellos avanzaban como marchando (que estupidez), el sexto corrió cruzándonos y se detuvo detrás. Cuando estaban a un metro de nosotros tú les sonreíste y yo le tiré un derechazo en la nariz al puerco que estaba más cerca de mí, no se lo esperaba y se fue hacía atrás, después bajé el otro brazo de tu hombró y salté sobre él. Tú giraste para patear al guardia en nuestra espalda. Los otros cuatro me cayeron encima a macanazos.

Cuando dos fueron por ti y te esposaron gritaste que viviera la república, yo intenté voltear a verte sonriendo, pero cuando me destapé la cara recibí un codazo en la boca que regresó mis manos a donde estaban. Después llegaron más puercos, tres te arrastraron hasta una patrulla y a mí me subieron en la parte de atrás de una camioneta gris. La caja iba vacía. Mientras avanzabamos pensé en mi vaso de güisqui y reconocí el error de llevar el libro en su lugar. Después quise decirte que si ellos aborrecían la república... yo aguantaría, aunque no supiera su significado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

3/6 (3 allá)

No te volví a ver hasta el día en que entraste desesperada a mi pensión, creo que eres la única persona que ha podido abrir esa puerta sin llave. Lo único que atinaste a decirle a mi casera, que estuvo a punto de colapsarse con tu aparición, fue que si estaba el niño despeinado de la comida corrida. Yo escuché tu voz entrecortada desde la máquina de escribir de mi cuarto, desde el vaso de güisqui en mi mano derecha y te imaginé de pie con las manos sobre tus rodillas, los ojos al suelo, la respiración agitada. Así supe que la revolución empezó un domingo. Cuando salí de mi cuarto ya estabas sentada en el sala con un extraño olor entre gasolina y perfume. Te llamé y te levantaste sin voltear a verme.
- Tenemos que irnos...
Yo no dije nada, regresé a mi cuarto, cogí la bolsa de plástico donde guardo el dinero, y Plata Quemada de Piglia, sonreí pensando en nosotros sitiados por la guardia civil en algún departamento de cualquier edificio. Tú estabas parada junto a la ventana volteando hacia la calle aunque yo sabía que tenías los ojos cerrados.
- Vamos...
No terminé la frase cuando el sonido de las sirenas de las patrullas y las ambulancias coloreó la calle, de pronto me sentí ridículo. Eran las 12 del día, salimos de la pensión corriendo hacia la izquierda, tú tranquila mientras yo pensaba que haber sacado un libro en plena guerra civil no fue lo más inteligente... que lo cambiaría, junto con una de mis manos, por el vaso de güisqui. Siempre estuve atrás de ti y estoy seguro de que no podía correr más rápido, mis ojos a ti, tu espalda, tus piernas, tus Converses negros.